Omar Andrés Reina M.

Viajador y Contador de Historias 
Líder de cambio, escritor, político, viajero y promotor de causas colectivas. Administrador de Mercadeo, Especialista en Economía Urbana y Regional, Magister en Estudios Políticos.

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A inicios del siglo, cuando apenas estrenábamos el nuevo milenio, se hizo muy popular el negocio de las cabinas telefónicas.

Con una tecnología muy básica de comunicación, ser usuario de un equipo celular, que llegó desplazando a los “beepers”; pasó rápidamente de ser una moda a convertirse en una necesidad; sin embargo, los costos por minuto de las llamadas y los mensajes de texto, limitaron el potencial de los aparatos y de inmediato surgió la idea de negocio que brindaba acceso barato a las llamadas, no solo a dispositivos móviles y fijos dentro de Colombia, sino con familiares y amigos en cualquier lugar del mundo.

Al mismo tiempo, la conectividad de internet se actualizaba con rapidez, pasamos del módem de marcación por teléfono a la navegación RDSI y posteriormente al sistema ADSL, que ya compartía voz y datos por la línea fija de las casas y oficinas, pero con costos de navegación por minuto que eran imposibles de pagar. 

Las cabinas se transformaron entonces en ciber cafés, reuniendo en pequeños locales, sitios para hacer llamadas, conectarse a internet, interactuar por video con quien estaba lejos, imprimir documentos, bajar música y por supuesto tomar café.

En meses, los negocios virtuales se ubicaban en la cantidad mínima de uno por cuadra, dándole la sensación a los nuevos emprendedores, que no había otro tipo de negocio mejor para invertir que un café internet.

Fue tanto el espejismo, que los precios por minuto cayeron de $500 a $100 pesos en un lapso de 24 meses, dejándonos un vendedor de minutos quebrado en cada esquina.

Poco a poco, con los años, nuestros planes de voz y datos mejoraron, llegaron nuevas empresas con mejores ofertas, pasamos de 2,3 millones de líneas en el año 2000 a cerca de 65,8 millones de líneas celulares al final de 2019; y por la fuerza inevitable de la oferta y la demanda, desapareció casi totalmente este modelo de negocio, permaneciendo hasta hoy algunos pequeños locales que prestan éste servicio, donde es realmente necesario.  

Después, cuando lo importante no era el plan de datos y los minutos, sino el equipo celular, que su fue haciendo más inteligente cada vez, con más funciones, mejor cámara, nuevas aplicaciones y una gran pantalla; la necesidad se transformó en darle protección y cuidado al costoso artilugio e incluso por lo complicado de desbloquear los equipos robados o traídos de afuera, se hacía bastante rentable.

Entonces aparecieron los locales de servicio técnico, reparación, apertura de bandas, carcasas, vidrios y accesorios para celulares. 

Durante el mismo periodo de tiempo, hemos visto nacer ideas de negocio que parecen muy rentables y fáciles de ejecutar, pero que al final solo funcionan unos meses.

La clase media del país siempre está buscando en que iniciativa invertir, ya sea para mejorar sus ingresos o para buscarle oficio a ese miembro de la familia que no sirvió para estudiar ni para trabajar y que ya está en la edad urgente de producir al menos su propio sustento.

En los últimos 20 años fuimos testigos de la aparición de negocios fugaces como las farmacias y droguerías, las cuales al derogarse una norma que prohibía que estuvieran muy cerca, colonizaron espacios comerciales por todos los pueblos. Luego vino la fiebre del multinivel, que todavía permanece; desde Omnilife hasta Herbalife, rematando en GanoExcel; millones de familias invirtieron su dinero en estas empresas, buscando la independencia financiera. 

Aunque los bares y restaurantes han sido una opción histórica para quien quiere emprender su propio negocio, la comida callejera también hizo parte de la moda de los locales copiados y a inicios de 2010, tuvimos un pico de puestos de ventas de perros, hamburguesas y desgranados que llenaban los barrios de todo el territorio nacional.

Luego vino la idea de comer mejor y apareció para llenar ese vacío, la franquicia de jugos y batidos que entre nativos y cosechas multiplicaron por cientos los locales de licuados para llevar.

Ahora, o más bien antes de la pandemia, estábamos atestados de corresponsales no bancarios, locales de café orgánico y granizados y por supuesto la nueva protagonista, el reemplazo de las cabinas, la inversión segura: las barberías. Decenas de seudo-emprendedores que no quieren formarse ni ejercer laboralmente en un empleo tradicional, copian un modelo exitoso y en conjunto, movilizan el mercado de inversión hacia un sector que termina con el tiempo dejando de ser rentable por el exceso de oferta.

Como pasa por ejemplo con los tennis que venden por las historias del Whatsapp. Si todos venden lo mismo, ¿Quién compra?

No significa lo anterior, que en cada categoría de negocio que he mencionado, no existan innovadores, creativos y reales emprendedores, que se han tomado en serio sus inversiones y se preocuparon por operar sus comercios con calidad, buen servicio y atendiendo a demandas reales del mercado, satisfaciendo sus clientes, pagando impuestos y aportándole a nuestra economía.

Me refiero a la manera como buscamos siempre la ganancia fácil y preferimos copiar el negocio de otro, que analizar realmente lo que la gente necesita comprar y promover soluciones comerciales innovadoras para atender a esos clientes.

El primer trimestre post-pandemia nos deja a cientos de locales comerciales que han tenido que cerrar sus puertas; pues no facturar ventas y seguir respondiendo por unos gastos fijos, terminan reventando la caja, los ahorros y la deuda de cualquier negocio.

Hoy los inversores se ven tentados por el negocio de tapabocas, antibacteriales y termómetros, que podrán generar caja hoy, pero: ¿con qué negocios vamos a llenar esos locales vacíos mañana?

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