Columnista invitado.
Omar Andrés Reina M
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Viajador y Contador de Historias 
Líder de cambio, escritor, político, viajero y promotor de causas colectivas. Administrador de Mercadeo, Especialista en Economía Urbana y Regional, Magister en Estudios Políticos.

Alguna vez se ha preguntado: ¿Qué hace que un pueblo sea más próspero que los demás? ¿Por qué escogieron aquella ciudad como capital y no a esta? o ¿Por qué las personas prefieren vivir en un sitio y no en otro?

Hay lugares especiales alrededor del mundo, que se hacen atractivos para visitarlos e inclusive para vivir en ellos; por su clima, sus paisajes, su desarrollo y hasta por su gente. Es inevitable preguntarse las razones que influyen en que, municipios ubicados sobre las mismas montañas, que comparten similitudes naturales y geográficas, marquen una vocación de crecimiento tan diferente entre ellos.

Es precisamente esta magia, la que rodea los dominios de los Anzeas desde hace siglos, esa que posiciona a Anserma como un lugar que posee las condiciones para mantenerse erguida a pesar de los años y continuar siendo un epicentro de desarrollo para sí misma y para la región.

Y es que no es un asunto menor la capacidad que ha tenido el municipio, desde los tiempos de la conquista española, para ser proveedor de diferentes servicios y ser escenario de intercambios comerciales.

Asimismo, en la época de la colonización antioqueña, se posicionó como punto de referencia, como paso obligado y por ende como lugar de llegada y salida de viajeros y fundadores. Tal particularidad trajo consigo diversidad de culturas y pensamientos, permitió estar a la vanguardia en cada momento de la historia, lo que siempre ha generado que se vaya un paso adelante de los vecinos municipios, que poco a poco se fueron constituyendo a su alrededor, construyendo una relación sistémica en muchos aspectos con Anserma, la cual se mantiene hasta hoy y se corrobora en aspectos como la red vial que los conecta en torno a ella.

La modernidad trae consigo grandes transformaciones, lo que implica la necesidad de los territorios de adaptarse a ellas y más complejo aún, convertir esas amenazas en oportunidades.

Colombia hace esfuerzos importantes, desde hace varios años, por llevar su infraestructura a niveles más competitivos, mejorando con ello la productividad y conectividad de todos los extremos del territorio nacional. Dotar de esa infraestructura al país requiere evitar grandes accidentes geográficos como las cadenas de montañas que integran las cordilleras de la región andina; tal cual se hizo con los nuevos trazados de las modernas carreteras de cuarta generación, como la ya conocida Pacifico 3, que rodea en gran medida los límites del municipio de Anserma.  

Entonces surgen preguntas para quienes tienen la responsabilidad de planificar y administrar lo público: ¿Cómo es que la ubicación de Anserma, en la cima de un grupo de montañas, y lo que fue su ventaja estratégica durante siglos, se convierte hoy en su peor amenaza? Sin embargo, no es la abuela de Caldas la única afectada con el aislamiento colateral que trae el desarrollo vial de carga en esta zona; municipios como Belén de Umbría, Mistrató, Guática, Quinchía, Riosucio, Supía, San José y Risaralda comparten la impotencia de observar, como se construye en terrenos más planos, una mega obra de infraestructura que sencillamente los rodea, encerrándolos desde el sector de La Tesalia (Remolinos) en el occidente bajo, hasta el corregimiento de La Felisa en el alto occidente.

La respuesta más clara a este inmenso reto es: el trabajo en equipo. Es una zona con nueve municipios y una población sumada de varios cientos de miles de habitantes, en una región con gran riqueza hídrica, una amplia variedad de pisos térmicos y  múltiples vocaciones económicas, agropecuarias y culturales, lo que convoca urgentemente a juntarnos. La normatividad colombiana permite a las entidades territoriales asociarse, para generar diferentes iniciativas en conjunto.

Seguir promoviendo fórmulas de desarrollo local, con visiones de corto plazo, solo ocasionará que se atomice más cada pueblo, que se menoscaben a sí mismos y que su capacidad de existir en un contexto globalizado, se vea truncada por la propia incapacidad de interactuar con sus vecinos. 

Es momento de dejar de pensar como individuales y empezar a actuar como socios. Hay un número muy importante de proyectos que se pueden construir entre todos; algunos como: acueductos regionales que surtan además de cascos urbanos, grandes zonas rurales con sus respectivos tratamientos de aguas residuales.

Transporte público intermunicipal, aplicable a la multimodalidad con rutas circulares. Grandes centros logísticos y centrales de acopio para favorecer la transformación de los productos básicos y su comercialización. Potencializar la oferta de productos y servicios de cada municipio, haciéndolos complementarios con los que ofrecen los demás para lograr cadenas de valor. Delimitar amplias zonas de conservación ambiental compartida con destinación agroturística.

Conformación de una red colaborativa en temas como salud y seguridad. Promover la movilidad educativa concéntrica desde la educación básica hasta la oferta universitaria. 

¿Cómo logramos todo eso? El primer paso es abrir la discusión sobre el tipo de territorio que queremos, hablando acerca del municipio que soñamos para el futuro y hacia donde debe liderarse la región que lo compone.

Ya se promueve la interconexión vial entre estos nueve municipios y la siguiente tarea es conectarnos a la vía nacional que nos rodea; pero, lo más importante y urgente es hablar al unísono de la inmensa tarea que tenemos de cara a los 500 años de fundación de la Santa Ana de los Caballeros: liderar desde Anserma lo que podría convertirse en la gran región Noroccidente del Eje Cafetero.

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