Columnista: Jamer Chica. Abogado. Consultor en estrategia política.

El pasado 20 de julio, se instaló el tercer periodo del Congreso de la República en circunstancias atípicas, toda vez que, como consecuencia del coronavirus no se hicieron presentes en el salón elíptico del capitolio, el grueso de los congresistas colombianos. La actual pandemia que azota a Colombia y al mundo, obligó a que la mayoría de miembros del cuerpo legislativo se reunieran de manera virtual.

La elección de mesas directivas en ambas corporaciones, el distanciamiento físico entre los colegiados que asistieron presencialmente y la normal discrepancia que surge al inicio de cada legislatura entre oposición y gobierno, fueron hechos que marcaron el desarrollo de la jornada.

No obstante, uno de los actos que generó gran polémica en redes sociales, fue el provocado por el Senador Roy Barreras, quien ocupando la curul del ex Presidente y actual Senador Álvaro Uribe, lanzó el siguiente trino:

El tweet ha causado gran estupor en la opinión pública, puesto que se cataloga como un comentario cizañero y burlesco de parte de Barreras, más aún, cuando dos semanas después, una medida de aseguramiento dictada por la Corte Suprema le restringió la libertad al Ex Presidente y lo tiene ad portas de una suspensión en su cargo como congresista.

La pregunta que surge es la siguiente: ¿Tenía conocimiento Roy Barreras sobre la decisión que iba a proferir la Corte, o su trino es fruto de una desafortunada casualidad?

No es un secreto, que el médico vallecaucano saltó al estrellato político de la mano de Uribe cuando este aún fungía como mandatario de los colombianos, incluso vociferaba en su campaña al Senado de 2010, ser “el defensor de la obra uribista” e “ir de frente con el Presidente”.

Sin embargo, por aquellas cuestiones reprochables que se ven en la política, Roy Barreras y otro séquito de personajes desleales que nacieron y crecieron políticamente al lado del Presidente Uribe, le dieron la espalda, para llegar a las toldas del inquilino que ocupó la Casa de Nariño desde 2010 hasta 2018.

Sentarse en la silla de Uribe, más que un hecho simbólico, ha sido la gran pretensión de muchos personajes de la vida política, cualquier individuo interesado en los menesteres del poder, quisiera estar en los croc´s del mayor barón electoral del país.

El gran poder de convocatoria en cada contienda, haber fundado dos partidos con vocación de gobernar, ganar sus dos elecciones presidenciales y coadyuvar a elegir dos Presidentes más, tener la bancada más numerosa del Congreso, ganarle el plebiscito al otrora Presidente Santos – quien se acompañó de las demás fuerzas políticas – son records que alberga Álvaro Uribe Vélez en su palmarés y que cualquier político quisiera tener.

Ocupar la silla – posición – de Uribe, podría ser la meta forjada para esta generación de políticos, desde sus más cercanos colaboradores hasta sus más acérrimos contradictores; y es que, ¿A quién no le gustaría contar con el apoyo de millones de electores fieles que garanticen el “down payment” en cualquier elección?

Estar cerca de Álvaro Uribe, es de alta rentabilidad política; muchos que integraron sus toldas, nunca hubieran escalado a sendas posiciones sin el apoyo del gran colombiano, es innegable que Juan Manuel Santos, Iván Duque y varios Congresistas, jamás se habrían levantado airosos en las urnas sin los votos uribistas, ese voto duro, que lo convierte en un gladiador imbatible dentro de la arena electoral. 

Sin embargo, ese mismo potencial, también etiqueta a Uribe como el rival directo a quien todos pretenden vencer en cada contienda; Santos lo intentó sin éxito durante ocho años, puesto que, siendo la persona que lo sucedió en la primera magistratura del Estado, decidió traicionarlo para ir a compartir manteles y sabanas con las farc en La Habana, una luna de miel de la que los colombianos aún desconocemos el precio que se pagó.

Al final, Uribe le demostró a Santos quien es el que pone los votos, quien elige sucesores en la Casa de Nariño y quien es el que sigue vigente en la retina de los electores.   

Ahora bien, mientras muchos han intentado ocupar la silla de Uribe, otros han pretendido dejarla vacía, es una flagrante realidad que al fenómeno de la política colombiana lo han querido sacar del camino, las FARC lo intentaron a través de atentados terroristas, Santos lo intentó usando los métodos más ruines que tenía a su alcance; Petro, Gustavo Bolívar y Claudia López lo han hecho a punta de falacias e injurias; Iván Cepeda – otro miembro de dicha manada de hienas – también ha participado comprando a cuanto testigo falso ha levantado la mano para testificar en contra del Ex Presidente.

Sin embargo, con el último rocket propinado por la mal llamada “justicia” al uribismo, se puede vislumbrar la sevicia con la que actúan sus enemigos, esta vez, usando los poderes obscuros de las cortes judiciales, buscaran destruir la silla de Uribe, ellos saben que mientras dicha curul esté ocupada, les será bastante difícil competir en la elección de 2022. 

Lo que no saben estos personajes, es que la silla de Uribe ya no la ocupa un hombre, sino millones que conservan su legado, esos mismos que salieron en caravanas de apoyo durante esta semana y que saldrán a marchar directo a las urnas, para propiciar senda derrota a los que quieren destruir el país.

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