Columnista invitado: Omar Andrés Reina.

Hoy habitamos en el planeta tierra cerca de siete mil setecientos ochenta millones de personas (7.780 millones), agrupados en 195 países, distribuidos por los 5 continentes; sin embargo, para efectos de hacer un poco más claro cómo está distribuida la riqueza, vamos a suponer que en el mundo solo habitan 100 personas. En ese escenario 59 personas vivirían en el continente asiático y en África habría 16 personas; vivirían 10 personas en Europa, en Norteamérica tendríamos 8 personas, cerca de 6 personas en Latinoamérica y solo 1 persona en Oceanía.

En este universo de 100 ciudadanos, 71 de ellos tendrían menos de cinco mil dólares de capital (18 millones de pesos); los más pobres serían 12 personas y tendrían que vivir con menos de dos dólares al día (7 mil 600 pesos/día); habría 10 personas que serían multimillonarios y controlarían el 85% de la riqueza universal pero solo 1 persona sería la dueña de la mitad de todo el dinero disponible en el mundo. Eso sí, casi 80 de las 100 personas, tendrían teléfono celular.

En cifras reales y como lo resaltó un estudio de Oxfam, una ONG internacional, en vísperas del Foro Económico Mundial de Davos – que reúne a los más ricos de los ricos – realizado a principios del año 2020; anunció que un grupo de tan solo 22 hombres posee la riqueza equivalente a la que suman 6.800 millones de personas juntas.

Adicionalmente se planteó, que de llegar a cobrarse un impuesto de al menos el 0,5% sobre toda esa riqueza, se podrían generar 117 millones de empleos formales en las áreas sociales alrededor del planeta, durante todo un año.

Hagamos una diferencia entre el precio, el valor de las cosas y la riqueza. El precio se refiere a  la cantidad de dinero que pagamos por comprar algo; el valor se refiere al beneficio o a la utilidad que tiene ese algo para satisfacer una necesidad y la riqueza es el conjunto de bienes y dinero acumulado por encima de lo básico. A veces, sin tener riqueza, pagamos un alto precio por cosas que no tienen valor.

Según la escritora Mariana Mazzucato, en su libro <<The value of everything>>, entre 1975 y 2017 el tamaño de la economía mundial se triplicó; durante este periodo la productividad creció en un 60%. Sin embargo, el salario proporcional de la mayoría de los trabajadores se estancó y en algunos sectores bajó considerablemente respecto a lo que deberían estar ganando frente al aumento del precio y de la oferta de bienes y servicios en el mercado.

Por ejemplo y continuando con los teléfonos celulares, el IPhone 11 pro, en su versión más completa costaría unos seis millones setecientos mil pesos ($6´700.000); el equivalente al salario mínimo con el que podrían sobrevivir 7 familias en Colombia. Aunque parece poca cosa si comparamos ese salario mínimo colombiano, con los ciento noventa y tres euros por minuto (€193/minuto) que gana el jugador de futbol argentino Lionel Messi.

Y es que no es menor el valor que habían obtenido ciertos objetos como ideales a alcanzar en la vida de las personas. El impacto que han tenido las marcas para multiplicar exponencialmente los precios de los artículos y la cultura de lujo que ha impuesto la democratización del capitalismo, ha puesto al ser humano como esclavo de un frenesí de compras y acumulación fuera de control.

A pesar de todo ello, son pocos los artículos de lujo que hoy, al interior de nuestras casas, poseen el mismo valor que cuando fueron adquiridos; será muy difícil poder animarse a vaticinar el precio de muchas de esas cosas, al momento en que superemos la crisis sanitaria mundial.

Los eventos artísticos que fueron cancelados, los certámenes deportivos que no se realizaron y el impacto en el precio de mercado de los artistas y deportistas; las miles de reservas de hotel canceladas, los tiquetes aéreos aplazados, así como los millones de transacciones comerciales que no se dieron durante las últimas semanas, dan cuenta de la demostrada inutilidad de muchos objetos que hace tres meses nos parecían indispensables.

¿Cuánto costarán las cosas? y ¿cómo impactará todo lo que está ocurriendo en el orden económico mundial?; son preguntas que poco a poco se nos irán respondiendo, pero que más importante aún, hacen parte del balance de nuestra propia realidad financiera y que inevitablemente tendremos que confrontar para saber qué necesitamos más en nuestra vida, o mejor, que tiene más valor, si el último teléfono celular de cuatro cámaras o el último rollo de papel higiénico de la tienda de la esquina.

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